Hacia una transición energética sostenible en Europa
Updated on 28/9/2021
El profesor Kerry Krutilla, experto internacional en economía medioambiental, me escribe: “En general, lo ideal sería incentivar una transición de coste relativamente bajo (lograr eficiencia económica) mientras se intenta compensar lo mejor posible a la población y sectores que más se ven perjudicados (logrando equidad distributiva)”, cuando le pregunto: ¿Cómo será y cuáles son las consecuencias de una transición energética sostenible en Europa, suponiendo que logren colocarse en una trayectoria compatible con un aumento de la temperatura del planeta inferior a 1,5-1,7 grados centígrados a finales de siglo? Ya que muchos están preocupados por la cantidad de inversión necesaria y los efectos del aumento de los precios de la energía debido al cambio a las energías renovables. ¿Cómo argumentar para vencer estas reticencias basándose en datos de fuentes fidedignas? El escenario previsto es el de la neutralidad del carbono en Europa en 2050, con la desaparición de las emisiones netas de dióxido de carbono (CO2) para esa fecha. En 2019, las emisiones de CO2 de la zona del euro son un 20% inferiores a las de 1990, y un 23% inferiores en 2020. Pero recordemos que se espera que sean un 55% más bajas para 2030.
Según estimaciones, para 2050, Europa tendrá que haber eliminado prácticamente el consumo de carbón y reducido su consumo de petróleo en un 85% y su consumo de gas natural en un 55%. Las emisiones residuales de CO2 deberán compensarse mediante la captura y el almacenamiento o reutilización de estas. Todas estas disminuciones en el uso de combustibles fósiles deben ser sustituidas por energías renovables, cuyo peso en la producción total de energía se espera que aumente significativamente (fue sólo el 11% en 2019).
¿Cuál será el montante de la inversión de 2012 a 2050? Si la necesidad de inversión en energía solar fotovoltaica se añade a la eólica terrestre y marina, y al almacenamiento de electricidad mediante la fabricación de hidrógeno verde (electrólisis de agua mediante energías renovables), y a la captura, y almacenamiento de CO2, Europa tendría una necesidad de inversión constante de 1,5 billones de euros de 2020, o 50.000 millones de euros al año_ alrededor del 0,4% del producto interior bruto europeo (PIB).
Ahora bien, según las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía, estas inversiones en producción de energía renovable representan aproximadamente un tercio de la inversión total necesaria para la transición energética, y el resto será dedicado al aislamiento de edificios, en equipos de transporte y redes eléctricas etc.
En total, la inversión requerida sería, por lo tanto, 1,2 puntos porcentuales del PIB durante treinta años, lo que en realidad es pequeño en comparación con los ahorros disponibles en la zona del euro (alrededor del 25% del PIB, 2 puntos de PIB más en los últimos veinte años), y no debería suponer un problema de financiación, especialmente porque la unión monetaria tiene un superávit de ahorro externo.
La transición energética, aparte de sus efectos positivos sobre el cambio climático y la calidad del aire, tiene efectos macroeconómicos positivos. La transición energética debe considerarse, de hecho, como una relocalización industrial: la zona del euro sustituirá las importaciones de combustibles fósiles (que representan el 2,5 por ciento del PIB por un precio del petróleo de 50 dólares por barril_ que podría aumentar ya que está ahora por encima de los 70 dólares) por la producción nacional de energía renovable.
Esto tiene un doble efecto positivo en los ingresos reales: un cese de las importaciones de combustibles fósiles, la aparición del valor añadido de la producción de energía renovable. Este efecto positivo compensa la necesidad de importar el equipo necesario para producir energía renovable y energías fósiles. Ya que Europa, si importa la mayor parte de las placas solares, sin embargo produce casi todos los aerogeneradores. Aquí se produce un total del 80% de los equipos de energía renovable.
¿Cuál es el problema? El problema, como se ha explicado, no es pues la capacidad de inversión ni la evolución de los ingresos reales, sino la competitividad-costes. Según algunos estudios, el coste del paso a las energías renovables será aproximadamente tres veces mayor que el de los combustibles fósiles, debido a la intermitencia de la producción (en Europa, la energía solar produce el 15% del tiempo, la eólica terrestre el 30% y la eólica marina el 50%).
Por lo tanto, la capacidad de producción debe ser dimensionada en relación con la demanda para producir siempre que sea posible, almacenando el sobrante en forma de hidrogeno verde o hidráulica y en baterías viables. Y se volverá a inyectar en la red durante las paradas de producción. Por lo tanto, el coste del capital a invertir es muy alto, de ahí el aumento del precio de la energía eléctrica, un aumento que no aparece tanto en este momento ya que la intermitencia de las energías renovables se compensa con la energía fósil, gas/petróleo/carbono, e hidráulica más barato que un proceso de almacenamiento. Los aumentos observados este año en países europeos como en nuestro caso español se deben a un aumento del precio de energías fósiles, especialmente el gas por escasez de oferta y reservas ante mayor demanda por la recuperación económica después de mejor gestión del Covid-19; también por condiciones climáticas desfavorables para la energía eólica y encarecimiento del pago por emisiones del CO2.
Con el peso de la energía en el PIB rondando el 6%, la supuesta triplicación de los precios de la energía se traduce en un aumento del 12% en el nivel general de precios. Esperamos que la investigación conduzca a un menor coste de la energía eléctrica mediante sistemas de almacenaje baratos como la batería de hierro-aire, en desarrollo por Form Energy en la area de Boston en EE UU.
Algunos economistas proponen corregir los efectos negativos del aumento de los precios de la energía en Europa que en el resto del mundo en la competitividad europea a través de un sistema de compensación aduanera de fronteras. Y es necesario corregir el aumento de precios en el interior con una distribución justa y solidaria de costes.
El sector de la energía y de los equipos de energía renovable es, por supuesto, un ganador, mientras que los consumidores y las empresas en otros sectores pierden. Lo mismo ocurre entre los países europeos que producen este material (Dinamarca es líder en la producción de aerogeneradores) y los que lo compran. Esta redistribución no es sencilla: ¿debe gravarse el sector productor de energía para redistribuir a los compradores de energía? Los ganadores serán los productores competitivos de energía renovable y sus sistemas de generación, almacenamiento, gestión y de eficiencia energética en esta futura transición.
Mahmoud M. Rabbani
Doctor en ciencias químicas
Director de sustainable development over-seas programme
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