domingo, 13 de diciembre de 2020

Balance sheet of compliance with the 2015 Paris agreement

 De gauche à droite : Christiana Figueres, chargée de la Convention climat pour les Nations unies, Ban Ki-moon, secrétaire général des Nations unies, Laurent Fabius, président de la COP21 et François Hollande, le président français, le 12 décembre 2015, lors de l’adoption de l’accord de Paris à la COP21, au Bourget (Seine-Saint-Denis).

 

Balance del cumplimiento del acuerdo de Paris de 2015

El acuerdo climático de París del 12 de diciembre de 2015, ahora ratificado por 188 países, tiene como objetivo limitar el calentamiento global " por debajo de los 2 grados centígrados de los niveles preindustriales" y "continuar las medidas adoptadas" para limitar el ascenso a 1,5 grados centígrados.  Planea aumentar los compromisos de reducción de emisiones cada cinco años, así como la asistencia financiera a los países del Sur, que son las principales víctimas de los caprichos del cambio climático.

"El mundo no está, en absoluto, en el camino correcto para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París", advierte el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en su última evaluación de la acción climática. Las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzaron un máximo histórico equivalente a 59 mil millones de toneladas de CO2 en 2019, lo que significa un aumento del 5% con respecto a 2015.

Ahora, para sostener la posibilidad de mantener el calentamiento en 1,5 grados centígrados para finales de siglo, se necesita que las emisiones de carbono se reduzcan en un 55% para 2030, en comparación con los niveles de 2018, una disminución del 7,6% anual. Un estímulo verde ayudaría a avanzar en la dirección correcta: podría reducir las emisiones en un 25% en 2030, limitando el calentamiento global a alrededor de 2ºC para 2100. Por ahora, "esta oportunidad se ha perdido en gran medida", advierte el PNUMA, pero esta tendencia todavía se puede invertir.

Las emisiones tendrían que reducirse drásticamente durante años para estabilizar la concentración de CO2, que resulta de las liberaciones acumulativas pasadas y actuales.

Como resultado, el planeta sigue calentando. Se espera que 2020 sea uno de los tres más cálidos registrados, con 2016 y 2019. Y los seis años transcurridos desde 2015 han alcanzado máximos históricos, dice la Organización Meteorológica Mundial, que estima que "hay al menos una de cada cinco posibilidades de que las temperaturas globales superen los 1,5 grados centígrados para 2024". Este calentamiento acelera la desaparición del hielo marino, así como el derretimiento de las capas de hielo, lo que exacerba el aumento del nivel del mar. También ha dado lugar a un aumento de los eventos extremos (inundaciones, huracanes, sequías, incendios, etc.) en los últimos cinco años, en todo el mundo. A este ritmo, el mundo podría experimentar un calentamiento de 4ºC para finales de siglo.

Ha habido numerosos anuncios de estados, regiones, ciudades y empresas que se han comprometido a lograr la neutralidad del carbono a mediados de siglo, es decir, no emitir más gases de efecto invernadero que los sumideros de dióxido de carbono (bosques, pastizales, etc.) y las técnicas de secuestro que puedan absorberlos.

La financiación del clima sigue siendo insuficiente: Los países del Norte, históricamente responsables del cambio climático, se han comprometido a movilizar 100.000 millones de dólares al año para 2020 para los países del Sur para ayudarles a adaptarse a los efectos del cambio climático. Esta promesa, la base de la confianza entre los Estados y uno de los impulsores de la acción climática, será difícil de lograr: los países desarrollados han movilizado 79.000 millones de dólares en 2018, según las últimas cifras de la OCDE. El aumento de la financiación se está desacelerando, mientras que el sector privado no se está movilizando lo suficiente.

Otro ámbito de preocupación es que la mayoría de estas financiaciones son préstamos, no subvenciones, lo que aumenta la deuda de los países en desarrollo. Así, según los cálculos de la ONG Oxfam, la ayuda financiera pública efectivamente proporcionada por los países ricos representaría sólo un tercio de las sumas que declaran oficialmente. Además, la financiación climática es principalmente para la mitigación (reducción de emisiones) y no para la adaptación al cambio climático, mientras que el Acuerdo de París prevé un equilibrio entre ambos. Por último, sólo el 14% de la financiación se destinó a los países menos adelantados.

El punto de inflexión de emisión de gases de efecto invernadero no se alcanza, es principalmente porque la expansión de los combustibles fósiles continúa. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que la producción de carbón, petróleo y gas aumentará un 2% cada año hasta 2030, mientras que se pide que disminuya un 6% anual para ajustarlo al Acuerdo de París.

Entre 2016 y 2019, los bancos internacionales proporcionaron 2,7 billones de dólares en financiación a 2.100 empresas de combustibles fósiles, un volumen que aumenta cada año, según un informe de una ONG. Y hasta ahora, los planes de estímulo no han invertido esta tendencia: alrededor del 54% de las cantidades  aportadas al sector energético han beneficiado a los combustibles fósiles, de los cuales el 86% no tienen condiciones ambientales, según la coalición de Transparencia Climática.

Los últimos cinco años han estado marcados por una movilización sin precedentes de la sociedad civil, y en particular de la juventud. En los últimos dos años, millones de jóvenes han tomado las calles para pedir a los líderes que luchen contra el calentamiento global y respeten el acuerdo de París por iniciativa del movimiento "Viernes para el futuro", lanzado por la joven sueca Greta Thunberg.

Jóvenes activistas han ayudado a sensibilizar sobre la emergencia climática entre la población y han logrado poner este tema en la agenda política de muchos países.

El Acuerdo de París también sirve como apoyo para el desarrollo de litigios climáticos en todo el mundo. Cada vez más ciudadanos, ONGs o ciudades confían en este tratado para atacar a los estados en los tribunales y llamarlos a actuar.

La justicia es probablemente lo más efectivo, incluso de la ciencia, para llevar a los estadistas a encarnar la lucha en defensa del medio ambiente.

Publicado en el Diario de Navarra